Mis hermanos y yo crecimos en una casa alejada del bullicio de la urbe. Allá por los inicios de los años 80 éramos de esos que andábamos todo el día en bermudas, corriendo por la huerta de mis abuelos con sandalias y el bocata de chorizo en la mano.En las reuniones familiares siempre dábamos el cante, y cuando venían amigos a jugar a casa nos ponímos nuestras mejores galas....(judgue usted mismo)
Los carnavales eran de culto, y la abuela se tiraba semanas sentada en la máquina de coser para que fuésemos la envidia del cole.
Las vacaciones de verano duraban una eternidad, y aunque lo pasábamos bien, deseábamos volver a Orense para estar con la pandilla del pabellon.